La carga en la espalda

Yo sé que hoy, justo hoy, tienes un día que parece demasiado largo. Lo peor de todo es que no sabes cómo terminará, tienes fe de que todo saldrá bien, pero a ratos sientes en el aire ese olor a tormenta y por el lapso de unos segundos imaginas que todo terminará en un desastre.

¿Has hecho todo lo que podías? ¿Has utilizado todos los dones que recibiste al nacer para solucionar ese problema que te oprime el corazón? Si no lo hiciste, ¡despabílate! ¡Soluciona el problema que aún no diste todo de ti! Pero, ¿qué pasa si lo hiciste? ¿Qué pasa si estás en ese momento en que sientes que diste todo lo podías y aun así todo se cae a pedazos?

Cuando pensamos en nuestro pasado, siempre tenemos la sensación de que todo era más simple. De niños nuestros problemas eran un nada, todo lo que se nos presentaba en la vida lo podíamos enfrentar y salir airosos. ¡Qué fácil era la vida de niños! ¿No? Mientras crecíamos los problemas crecían, pero igual avanzamos…

Cada reto, cada problema, fue solucionado sobre la base de los dones que recibimos al nacer y una serie de “entrenamientos” a los cuales nos fue sometiendo la vida. Desde el jardín de infantes, hasta llegar a obtener un oficio que nos permita salir de casa y mantenernos, no ha sido nada más que entrenamientos para enfrentar lo que cada día nos llega.

La vida no solo nos entrena para asumir los retos económicos, aunque pareciera que éstos fueran lo más importantes, la verdad es que existen problemas más complejos. La vida, sin darnos cuenta, también nos entrena para avanzar por encima de problemas que se encuentran fuera de lo material… amigos que se van o que nos dan la espalda, personas queridas que mueren, amores que nos dejan o que traicionan nuestra confianza. La vida nos entrena en todo sentido, nos enseña a soltar y dejar ir a las personas que no son buenas para nosotros, pero también nos enseña a agarrar, sostener y retener a las personas que son importantes para nosotros, y sobretodo nos enseña a diferenciar a los buenos de los malos.

La vida, cada día, nos ha ido entrenando para esos momentos cruciales donde solo los que han aprobado las lecciones anteriores sabrán cómo salir y anotar, una vez más, un triunfo en su vida.

¡Y justo llegó este problema que te tiene paralizado o paralizada! Yo sé que has hecho todo lo que podías, sé que trabajaste más duro de lo normal, ideaste soluciones alternativas nunca antes pensadas y menos aplicadas… pero sientes que nada funcionará. Sigues intentando e intentando, has prometido a las personas involucradas que vos te encargarás de solucionar el problema, te has comprometido con los demás y contigo… pero sientes que fallarás a tu promesa.

Estás cansado/a.

Buscas una respuesta y no falta la persona que te dice: “No te preocupes, Dios no pondrá sobre tu espalda una carga que no puedas soportar”. Lo que no entendemos los humanos es que Dios no pone cargas, ¡es la vida la que nos las pone! O es alguien que amamos la que nos las pone o, la mayoría de las veces, somos nosotros mismos los que nos las ponemos… llevamos tanta carga encima que, simplemente, no la podremos soportar.

¡A veces tenemos tanta carga encima que nosotros no la podremos soportar! Usaremos todos los recursos que tenemos, todos los trucos que hemos aprendido, aplicaremos todas las lecciones que nos han sido impartidas… pero no podremos soportar esa carga, simplemente, ¡no estamos listos!

¿De dónde sale entonces ese dicho tan famoso? En el primer libro de Corintios reza un versículo que dice: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.

¡Y ahí está la respuesta! Si has hecho todo lo que estaba en tus manos, has sido valiente y has actuado usando todo lo que tienes, entonces, ¡es momento de Dios! Ese rato que la carga sea más pesada de lo que puede soportar, es tiempo de milagros, ¡es el tiempo de Dios! Y ten fe, porque él te dijo: No es que no tendrás cargas que no puedas soportar, sino que yo estaré ahí cuando tu carga sea muy pesada, yo compartiré tu carga y juntos, saldremos adelante, ¡porque vos tuviste fe!

Hoy, en este momento que sientes que todo está perdido, pon a un costado tu carga y entrégasela a Dios… créeme… Él estará ahí para ti, para que una vez más avances, para hacer el milagro que necesitas y sepas, que no importa lo que venga, al final todo va a estar bien.

 

Fotos: Extraídas del artículo «O fardo e a cruz»

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