El mundo de los malos

Hoy en la madrugada estaba hablando con un amigo que está viviendo en el extranjero; él vuelve el próximo año y está cargado de energía y buenas ideas para mejorar las organizaciones que dejó en el pasado… pero me temo que eso no ocurrirá, no ocurrirá porque vivimos en “El mundo de los malos”.

Los malos a los que me refiero no son solo aquellos que hacen daño de manera intencional a los demás, los que se conocen como malas personas; también me refiero a aquellos que hacen mal el trabajo que está a su cargo, que nunca hacen nada sorprendente, que no saben lo que es la excelencia en alguna labor, los que se conocen como mediocres o, últimamente, “malasos”.

Es muy fácil reconocer a los malos. Todos nos equivocamos, así que es de esperar que tanto los buenos como los malos se equivoquen: un encargo no realizado, una tarea ejecutada a medias, una reunión olvidada… el momento que un malo se equivoque y alguien le llame la atención, desencadenará una respuesta clásica de un mediocre o malaso: una excusa seguida de enojo contra la persona que le hizo notar su falla.

¡Ay de ti si es que se te ocurre hacerle notar sus errores a un malo! Te ganarás un enemigo para toda tu vida, nunca más te saludara, te volcará la cara y todos sus amigos te mirarán feo porque los malos nunca van solos, se mueven en grupo de un lado a otro, en grupo para taparse los errores, en grupo para tratar de ser mejor que un bueno suelto en el mundo.

En algo si son buenos los malos, no solo buenos sino extraordinarios, son los mejores en hacerse a las víctimas. Ya que la mediocridad, las fallas, los olvidos, las excusas son parte cotidiana de la vida de un malo, inevitablemente algún bueno le reclamará… los malos responden a la crítica y los reclamos diciendo que se las han tomado con ellos por algún motivo… por ser parte de alguna organización, de un grupo específico, de un equipo de fútbol… por ser blanco, negro, amarillo… por ser pequeño o alto… por ser mujer u hombre … por ser flaco o gordo… por ser de acá, de allá… extranjero o nacional… feo o lindo.

Y justo es ahí donde todo empieza a funcionar mal nuestro mundo. A los buenos no les gusta ser tildados de clasistas, racistas, prejuiciosos; los buenos hacen notar las fallas porque son eso, ¡fallas! Pero los malos son hábiles para dar la vuelta la tortilla logrando indisponer a la gente contra los buenos.

“¿Para qué te metes?”, “Déjalo, ¿acaso te perjudica en algo?”, “Pobrecito, ya aprenderá, dale una oportunidad más” y frases por el estilo son las que permiten que los malos terminen dentro de una organización. Cómo los malos van en grupo y, además, se reconocen entre sí… más temprano que tarde terminan escalando dentro de nuestras organizaciones, los malos eligen a otros malos y hasta donde pueden excluyen a los buenos; al final terminan al mando de las organizaciones. Los buenos, cansados de pelear, dejan las organizaciones y éstas, de un día para otro, están repletas de gente inservible donde los que hacen el trabajo son los pocos buenos que quedaron y donde los malos son los que salen en la foto, ¡les encantan las fotos! No les gusta el trabajo porque siempre terminan metiendo la pata, lo que les gusta es ser notados y se muestran ante los demás como si ellos hicieran el trabajo.

Cómo son malos, empiezan en lugares donde parecería no importar su presencia. Se meten en organizaciones sin fines de lucro, en algún barrio; en algún centro de estudios; como salen en la foto, pareciera que son importantes dentro de esas organizaciones… Luego brincan a organizaciones más grandes e importantes, los que los conocen saben que son unos malasos, pero no pueden decir nada porque son atacados… Y van subiendo y subiendo, hasta que un día terminan en el cargo más alto de una organización, ciudad, departamento, país…

¿Saben que es lo peor? Que las organizaciones que por definición son buenas son las más proclives a aceptar malos. Las organizaciones deportivas, de voluntarios, religiosas y similares aceptan muy fácil a cualquiera porque siempre les faltan manos, pareciera que ahí nadie gana nada y, por tanto, no hay peligro de que entre gente mala; sin embargo, después de un tiempo los malos van subiendo y terminan convirtiendo a esas organizaciones en una caricatura de lo que eran… los pleitos internos nacen, la división aparece y los pocos buenos que aún hay dentro hacen marchar la organización y la mayoría escapa creando organizaciones paralelas para tratar de rescatar la esencia original de las mismas… pero en esas nuevas organizaciones vuelven a entran malos… a menos que se tomen previsiones.

Si hasta acá te has dado cuenta que sí es tu asunto; has decidido empezar a hacer notar las fallas por más que te miren feo; quieres cuidar a las organizaciones de las cuales formas parte para que no entre gente inservible y, si ya está dentro, cuidar de que no escale posiciones… entonces eres de los buenos. Sin embargo, si te has sentido ofendido, consideras que estoy hablando mal de alguna organización específicamente , piensas que este artículo ha sido escrito pensando en ti o en alguno de tus amigos… déjame decirte que, lastimosamente, eres de los malos.

Y así, de un día para otro, por callarnos, por no estar unidos, hemos dejado que las personas no idóneas asuman el control y, sin querer, hemos convertido a nuestro mundo en: El mundo de los malos.

Fotos: Extraídas del artículo «How to inspire better leadership from your boss».

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