Y sin perder un solo paquete

A media mañana de un día miércoles del mes de Febrero, hace 14 años, realice mi primera compra por Internet. Había buscado un libro en particular durante mucho tiempo, aunque ya lo había leído mi deseo era tenerlo en versión original para que sea parte de mi biblioteca personal, no por nada para mí era y sigue siendo el mejor libro de la historia. En ese tiempo yo vivía en Trinidad y, como en toda Bolivia, la piratería había convertido en una tarea imposible comprar un best-seller que no sea trucho. Armado de mi tarjeta de crédito, ya habiendo averiguado que ni FedEx ni UPS me llevarían ese paquete a la puerta de mi casa porque no llegaban al Beni, terminé comprando “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez de Amazon a un costo de 10.36 dólares americanos… método de envío: “Correo estándar internacional”.

Después de esperar un poco más de 30 días me apersoné a las oficinas de ECOBOL (Empresa de Correos de Bolivia) y pregunté si es que no tenían algo para mí. Mientras esperaba que el encargado busque entre varios paquetes amontonados en un orden que solo él entendía, una señora me contó una historia  que quedó grabada en la memoria: “¿Sabe joven? Yo viví como 10 años en Japón, hace 2 años volví a Trinidad y como no quería perder todo lo que me había hecho allá, unas semanas antes de tomar el avión de vuelta, empaque todo y fui mandando cada una de mis cosas por correo regular: Desde mi ropa, hasta mis muebles, pasando por mi vajilla y todos mis aparatos electrónicos. ¿Puede creer que llego todo? Tardó pero llegó”.

Así como esa señora recibió por correo regular toda su historia en Japón empaquetada, yo también recibí mi tan preciado y buscado libro de Gabriel García Márquez, era dueño de un original de “Cien años de soledad”… y desde ese día me enamoré de la Empresa de Correos de Bolivia.

Un mercado llamado Internet

En el lapso de un par de años pedí varios libros y todos llegaron, ya no era necesario ir a las oficinas de ECOBOL a buscar mis paquetes porque los carteros ya sabían de un collita que andaba comprando cosas por Internet y, como en toda ciudad pequeña, también sabían dónde ubicarme. Sin pedirlo, de un día a otro, los paquetes terminaron llegando a la puerta de mi casa.

Para el año 2007 me vine a vivir a Cochabamba, acá nadie me conocía y vivía bastante lejos del centro de la ciudad, así que decidí alquilar una casilla de correos en la sucursal que ECOBOL tenía en las Torres SOFER, ¡qué cosa genial! El servicio era (y sigue siendo) barato, por un poco más de 20 dólares americanos al año podía recibir lo que yo quisiera en mi propia casilla.

Bueno, “lo que yo quisiera” no es el término correcto, podía recibir “lo que yo quisiera libre de impuestos” mientras respete las reglas del juego: Ningún paquete con más de 2 kilogramos de peso ni con un valor superior a los 100 dólares americanos. Alguna vez me pasé, ya sea en peso o valor, pero si lo que comprabas no era para negocio, los empleados de ECOBOL no se hacían lio.

Si te pasabas del peso y valor antes mencionado tu paquete entraba a aduana, ¡pero tampoco era tanto lio! Cuando lo anterior ocurría los empleados de ECOBOL muy gentilmente te llamaban y te decían que tenías un paquete en aduana y que pases a hacer tu trámite. Las 3 veces que me ocurrió esto no fue para nada un dolor de cabeza, en ese tiempo existía una oficina de aduanas en la parte de abajo de la oficina principal de ECOBOL donde me atendieron muy rápido. La primera vez no me cobraron impuestos porque era un libro electrónico marca SONY (189 dólares), ellos me dijeron que eso entraba como libro y yo no les discutí, la segunda vez si me cobraron impuestos porque estaba introduciendo unas partes de computadora y la tercera vez tampoco me cobraron impuestos porque eran libros, toda la colección de Harry Potter más unos cuantos extras, como eran tantos el peso superó los 4 kilos y por procedimiento debían abrir conmigo el paquete en las oficinas de la Aduana Nacional.

En las garras de FedEx

El único pequeño problema con las compras vía “correo estándar internacional” es que tardan entre 15 a 45 días dependiendo del lugar de origen. En una ocasión me entró deseos de tener mis libros más rápido, así que los compré en Amazon e hice que me los enviarán por FedEx, ¡gran error!

Debo aceptar que llegó rápido, no pasó de los 7 días, pero los de FedEx en Bolivia metieron mis libros a aduana aun cuando la internación de libros está exenta de impuestos. Pague por el trámite en aduana, pague por que los de FedEx me hicieron los papeles de aduana y pague al tramitador que, casualmente, también era de FedEx. Para completar la experiencia, los de FedEx no me llevaron el paquete a casa, tampoco lo dejaron en mi casilla, sino que tuve que ir a sus oficinas porque para poder despachar mis libros necesitaban recibir el pago de todo lo que ellos mismos me habían hecho gastar. ¿Resultado? El costo del envío más el costo de los trámites salió casi el doble del costo de mis libros, ¡nunca más! Y ojo, nuevamente lo repito, no pague nada a aduana porque no era necesario.

Desde ese día me volví más paciente, entendí que es mejor esperar de 15 a 45 días a terminar pagando el doble o triple a una empresa que en teoría ya te cobra todo al momento de la compra.

Mis pequeñas compras

Todas mis compras han sido para uso personal, alguna vez he comprado para alguien, pero nunca he lucrado con esto. He comprado de todo, pero sobretodo libros. Amazon manda libros sin ningún problema hasta Bolivia, pero otros artículos no lo hace, salvo que tengan que ver con la lectura como mi libro electrónico. A raíz de lo anterior empecé a comprar en otras tiendas del ciberespacio como eBay o DealExtreme. He comprado artículos electrónicos, repuestos para mis computadoras, accesorios para mis celulares, gadgets, algunas joyas, relojes, llaveros únicos, teclados bluetooth para mis tablets y varios artículos Scout desde la tienda oficial de la Oficina Mundial del Movimiento Scout.

Dada la variedad de compras en estos últimos 14 años, he recibido paquetes desde Estados Unidos, Argentina, India, Inglaterra, México, China, Hong Kong, Australia y seguro que me olvido de algún país.

En 14 años, con más de 200 compras, nunca se me ha perdido un solo paquete.

Lo bueno siempre acaba

Hace como 2 años fui a recoger un paquete que había llegado a mi casilla de correos, al entrar a la oficina quede sorprendido porque la señora que me había atendido durante años había sido movida al edificio principal de ECOBOL. Ese día, después de casi 10 años, al recoger mi paquete la nueva funcionaria me cobró… no era mucho, solo 2 bolivianos, pero no era correcto porque yo ya había pagado en origen. Aparte, yo no soy de los que pago y listo, le pregunté a la funcionaria porqué me estaban cobrando y ella me dijo: “¿De que se hace lío? Dos bolivianos por tener que mover su paquete de acá para allá no es nada, si no le gusta, puede contratar a un Courier”. Me mostró de mala manera un memorándum que ordenaba ese cobro y listo… desde ese día no dejaron de cobrarme.

La siguiente vez que fui a recoger otro paquete la misma funcionaria me dijo: “Ustedes que compran chucherías por Internet nos complican la vida, nos llenan de trabajo y de paso pagan una miseria”. Demás está decir que cada vez que iba a ver mi casilla de correos y me llegaba algo del extranjero tenía que aguantar su jeta, al mejor estilo de funcionario público, ¡como extrañaba a los que estaban antes!

Luego, otra cosa recurrente, era llegar a esa oficina de correos y ver un letrero en la puerta que decía: “Fui a entregar correspondencia, vuelvo en 15 minutos”. 15 minutos que se convertían en 30 o 45 cuando tenía suerte. A veces me topaba con un letrero similar que decía: “Me fui a la oficia central, vuelva mañana”. Ya el extremo de lo anterior fue cuando encontré un letrero que decía: “De vacaciones, vuelva de acá a 15 días”.

Así que un día de esos, enojadísimo y con el tiempo suficiente, ¡me fui para la oficina central! Ahí pedí una reunión con alguien de alto rango y, para sorpresa mía, me dijeron que la Gerente General me recibiría. Ese día comprendí que, como en todo lugar, todavía había personas buenas en ECOBOL que amaban su trabajo. La Gerente General me pidió darles otra oportunidad, me presentó a otras funcionarías por demás atentas y todas me dijeron que ellas harían lo imposible para que yo quede feliz… que entienda que ellos también habían tenido que recibir a gente que pensaba que eso era pega y no trabajo.

La realidad es que nunca más volvió a ser lo mismo, los pocos paquetes que pedía empezaron a atrasarse más y más… cuando reclamaba en oficina central ellos hacían lo imposible para verificar donde estaba mi paquete y caían en cuenta que seguía al otro lado del mar porque no habían pagado el transporte… o que estaba en La Paz pero no sabían por qué… o que había estado en el sector de clasificación hace meses y que nadie se había dado cuenta.

Demás está decir que evitaba a toda costa ir a mi casilla en las Torres SOFER, ¡le tenía terror a la señora de ahí!

¿Cuál era el motivo si antes todo funcionaba? Luego, con el tiempo y conociendo a algunas de las señoras y señores de más edad, ellos me dijeron que poco a poco les estaban cortando todo. También ellos decían que si no hubiera sido por Internet, hace mucho rato que ECOBOL hubiera cerrado y que lo que lo mantenía funcionando era la cantidad de paquetes que se compraban desde todas las partes del mundo.

¿Y ahora?

Y hoy, después de 14 años comprando de los lugares más exóticos del mundo, sin un paquete perdido en todo este tiempo y con dos paquetes en camino, uno desde Inglaterra (hace 4 meses) y el otro desde la China (hace 2 meses), me entero que el gobierno cerró ECOBOL porque funcionaba con números rojos.

Dice que el gobierno abrirá otro operador postal, se llamara Agencia Boliviana de Correos. También dice que el gobierno hizo de todo para tratar de sacar a flote a ECOBOL, pero que no pudo porque la tecnología mato al correo tradicional.

Yo creo en realidad que la tecnología hubiera podido darle una nueva vida al correo tradicional. Por un lado se hubiera podido abaratar los costos usando tecnología y, por otro aún más importante, gracias a Internet se hubiera podido vender productos bolivianos a clientes que se encuentren en los rincones más lejanos de nuestro planeta si es que existieran los mecanismos técnicos y legales para que el comercio electrónico aflore en nuestro país.

Y así, mientras voy pensando como hubiera podido salvarse nuestra empresa de correos, sabiendo que mis dos últimas compras en una de esas están cruzando el mar en este preciso momento, solo puedo decir una cosa: ¡Yo sí te extrañare ECOBOL! Fueron 14 años que gracias a ti pude recibir cosas que parecía imposible… y sin perder un solo paquete.

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