¿Recuerdas la primera vez que sentiste que algo era tuyo? No lo creo. El sentido de pertenencia que tenemos casi-casi nace con nosotros, está ahí desde que somos bebes. No hemos pasado ni un minuto en este mundo y ya estamos llorando a manera de reclamo para que nos alimenten, y eso debe hacerlo una persona que sentimos nuestra, ¿quién? ¡Pues nuestra madre!
Conforme pasan los años nos vamos apropiando de algunas cosas, de pequeños son cosas materiales como ropa, juguetes y cosas simples. Ya más grandecitos nos apropiamos de cosas menos palpables, pero más importantes, como las alegrías, tristezas, frustraciones, es decir, lo que sentimos. Un poco más cerca de la adultez nos apropiamos de nuestro espacio y nuestro tiempo, ambos son nuestros y todos deben respetarlo.
Para cuando llegamos a adultos nuestro sentido de apropiación ha madurado tanto que todo el dinero, las propiedades y los bienes materiales ganados son indefectiblemente nuestros, ¡hasta documentos tenemos! Y luego, que toda persona que significa algo para nosotros, también en nuestra. Sentimos que alguien nos pertenece, nuestros amigos son nuestros, nuestra pareja es nuestra, nuestros hijos son nuestros.
Los dos casos más tristes, pero muy comunes, ocurren cuando alguien cree que todo lo que otro les ha enseñado, llámese vida o maestros, es de ellos. O piensan que el poder les pertenece, que ellos han sido los elegidos para mandar sobre el destino de los demás, incluso si no los conocen personalmente.
¡Y es que somos acumuladores por excelencia! El gran objetivo de la mayoría de nosotros es ‘tener’.
Sin embargo, sin importar cuanto tengas o sientas tener, sin importar si es que eres millonario, sin importar si eres sabio, sin importar si eres popular… la realidad es que puedes sentir que tienes todo, pero lo único que no tienes es a ti mismo. Tu vida, mi vida, la vida de cualquiera puede, simplemente, acabarse hoy y ahora.
Dos frases en menos de dos semanas me hicieron tocar piso. La primera frase decía ‘polvo eres y en polvo te convertirás’, la cual nos recuerda nuestra mortalidad, nos muestra que no viviremos en este mundo por siempre, que nuestro cuerpo algún día morirá y lo único que quedará de nosotros en este mundo es lo que hayamos hecho. Y la segunda frase decía ‘nada menos tuyo que tú, que perteneces a otro’, la cual nos recuerda que lo único que nunca logramos tener es control sobre nuestra propia existencia, que todo lo que hemos hecho (lean la primera frase) al final no es nuestro, es prestado por un tiempo, que nosotros completitos somos del Creador que al final es el único dueño de todo.
Así que, si queremos ser eternos, si queremos trascender, creo que la cuestión va por hacer muchas cosas, acumular muchas cosas, y empezar a compartir. Al final, nada de lo que hayamos hecho, nada de lo logrado, ganado, acumulado, nos lo llevaremos al ‘otro lado’; pues de lo único que realmente podemos estar seguros en esta vida es que algún día no iremos al ‘otro lado’.
Así que si tienes muchas cosas materiales, empieza a compartirlas, pero no regalarlas. Que el fruto de tu trabajo, o esa herencia, genere riqueza para ti y para otros. Debe multiplicarse para que los que viven a tu alrededor también logren crecer.
¿Eres experto en algo? Seguro no lo aprendiste solo, pero incluso si así fuere, debes transmitirlo para que otros aprendan y apliquen lo que tú ya sabes. ¿Eres profesor, docente universitario? ¡No seas como esos que siempre se guardan algo! ¿Y qué pasa si te mueres? ¡Se perderá! No te olvides que eso que crees que es solo tuyo en realidad es de otro y que tú lo tienes prestadito, ¡compártelo!
Presenta a tus amigos, une círculos, crea sociedades, que si tienes la capacidad de hacer amigos fácilmente, entonces tienes un don. ¿Y sabes? Ese don no es tuyo, es prestadito también, posiblemente tú seas el llamado a unir personas diferentes para que vayan por el mismo camino, por ahí seas el llamado a ser líder y dirigir un pueblo, una nación, hacia mejores días.
¿Eres un buen oyente? ¡Entonces oye! No sabes cuantas personas necesitan de alguien que solo los oiga, que los oiga y los apoye, los aconseje y los acompañe. ¡Ese tu don de oír es algo único!
Desde hoy creo que debemos empezar a orientar nuestro sentido de pertenencia hacia los demás, que todo lo que creemos nuestro termine salpicando la vida de otros. Solo de esta manera la frase ‘polvo eres y en polvo te convertirás’ habrá valido la pena… pues recuerda que ‘nada menos tuyo que tú, que perteneces a otro’.