Cerebro y corazón

El cerebro y el corazón viven en constante lucha. El cerebro es más viejo pues empezó a funcionar apenas nacimos, al ser viejo sus decisiones se basan en experiencias y lógica, por tanto, casi nunca se equivoca. El corazón es más joven pues empieza a funcionar con cada experiencia nueva que vivimos, al ser un chiquillo sus decisiones se basan en sentimientos y son muchas veces ilógicas, por tanto, puede llegar a equivocarse.

La receta básica que todos repiten es: ¿Quieres vivir tranquilo? Hace caso a tu cerebro. ¿Quieres vivir intensamente? Hace caso a tu corazón. ¿Quieres vivir feliz? Logra un balance entre tu cerebro y tu corazón. ¡Vaya, había sido fácil! Pero todos sabemos que algo no cuadra acá.

Cerebro, corazon y alma

Ayer descubrí que el elemento faltante en la fórmula de la felicidad es el alma. El alma es eterna pues empezó a funcionar apenas Dios nos imaginó, al ser eterna y divina sus decisiones se basan en amor, por tanto, nunca se equivoca.

Términos y frases como «amigo del alma», «alma gemela», «entregué alma, vida y corazón» nos muestran que el alma, aun cuando pasa desapercibida, está presente cuando nos referimos a algo o alguien entrañable, amado y único. Por tanto, no todo lo que hacemos ni todas las personas que conocemos tienen permiso para estar en contacto con nuestra alma, a ella solo la conocen las personas en quien confiamos tanto que somos capaces de mostrarles nuestro interior. Pero lo anterior no significa que no vayamos a sufrir, pues al estar tan expuestos es muy fácil hacernos daño. Sin embargo, como el alma es eterna tiene todo el tiempo para entender, perdonar y avanzar.

Cuando uno hace las cosas con el alma todo se simplifica, pues es el amor quien nos mueve. El amor no tiene límites, el amor nos permite rectificar nuestros errores, el amor nos ayuda en tareas imposibles, el amor nos acerca al otro, el amor perdona, no juzga y aprende a entender. El amor no cobra, el amor es entrega.

¿Cuál es la clave de la felicidad? Dejar que el cerebro y el corazón sigan peleándose y nos lleven a cometer errores y aciertos. Y en ese proceso ir reuniendo «almas gemelas» con las cuales no importe lo que hagamos ni como lo hagamos, pues sabremos que ellas estarán en esta vida, en la próxima y en la eternidad, compartiendo este hermoso verbo que es «vivir la eternidad prometida por Dios junto con las personas a quienes amamos».

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